Práctica realizada para la asignatura de Relaciones Internacionales Occidente – Mundo Islámico impartida por el profesor Rafael Bustos el 03.02.2017.

La denominación y delimitación de la zona MENA (Middle East and North of Africa) ha sido una herramienta geopolítica para agrupar aquellos países que, por exclusión, se han quedado fuera de grandes agrupaciones continentales. A pesar de formar parte de distintos continentes la región MENA se construyó engendrando lo que conocemos como Mundo Árabe desde Marruecos hasta Irán incluyendo todos los países del Medio Oriente y el Magreb. Pero ni todos los países son árabes, ni todos los habitantes practican el islam. De hecho, hay grandes minorías olvidadas que ven estrangulada su cultura por una mayoría que les excluye.

Manifestantes kurdos piden la liberación del líder rebelde kurdo Abdullah Ocalan con motivo del 16º aniversario de su detención / Reuters / Murad Sezer
Manifestantes kurdos piden la liberación del líder rebelde kurdo Abdullah Ocalan con motivo del 16º aniversario de su detención / Reuters / Murad Sezer

El Middle East and North of Africa (MENA) se caracteriza por tener una heterogeneidad cultural muy diversa, así como una riqueza de religiones que rompe con el estereotipo que tanto repetimos relacionando MENA con islam. La región asiática es la que más musulmanes concentra del mundo y, sin embargo, la concepción de Occidente desvía sus percepciones hacia la zona MENA. Es aquí donde confluyen distintos movimientos políticos, religiosos y culturales que albergan grandes minorías con una identidades únicas: los coptos de Egipto, los amazigh en el Norte de África, los kurdos en Iraq, Siria, Irán y Turquía, los palestinos en Israel, las minorías étnicas en Irán…

“Entender a las minorías como sociedades prodemocráticas y revolucionarias ha sido un error histórico[1]”. Las potencias colonizadoras tendieron a ofrecer privilegios a ciertas minorías que fueron criticadas por las mayorías, hoy son opresoras. Con la Primavera Árabe estas minorías han salido a la calle para reivindicar su autoridad y diferenciar su cultura. Pero a pesar de haber aprovechado estas reivindicaciones de igualdad muchos grupos minoritarios no tienen nada de progresistas. De hecho, algunos movimientos han sido tachados de oportunistas aprovechando los grandes movimientos de masas para conseguir beneficios propios.

La lucha por un reconocimiento nacional o internacional de las culturas millet aprovecha la idea de un mundo globalizado donde el principio de los derechos humanos se establece como base. Pero la compleja situación geopolítica de la región no deja hueco a estos asuntos que son ahogados por los gobiernos nacionales.

Este estrangulamiento cultural resulta difícil de gestionar y, si lo extrapolamos a nivel mundial, podemos evocar al politólogo Samuel P. Huntington y su choque de civilizaciones: la idea del reconocimiento del islam (como cultura) dentro del mundo occidental se ve como una amenaza, sobre todo tras los atentados del 11 de septiembre en 2001. ¿Es el islam una minoría mundial? ¿Por qué Occidente es tan reticente a integrar esta cultura en su seno? ¿Tiene algo que ver el reconocimiento del Kurdistán con el miedo al islamismo en occidente? ¿O se trata de una “intolerancia inventada” desde la descolonización?

La teoría de Huntington resulta, a mi modo de ver, demasiado simplista: Occidente frente islam es un cliché que, a pesar de existir realidades que nos puedan llevar a pensarlo, desestima la gran variedad de movimientos que existen dentro del islam y del propio occidente.

Los kurdos, por ejemplo, son una sociedad que fue dividida en cuatro durante el colonialismo y todavía singuen luchando por un país independiente llamado Kurdistán. País que ocuparía territorios de Turquía, Siria, Irak, Irán y un trocito de Armenia. Su justificación identitaria se remonta al S X: Los kurdos son un pueblo de origen indoeuropeo que se asentaron en el sur de Anatolia en torno al siglo X a. C. Se considera que sus orígenes se remontan a los medos que se enfrentaron primero a los asirios y luego a los aqueménidas, por los que fueron derrotados en el año 550 a. C[2].

De hecho, tras la Primera Guerra Mundial estaba prevista la creación de un Estado kurdo en la región, pero nunca llega a ver la luz y en 1923, con el Tratado de Lausana se abandonó la idea. Es entonces cuando la población kurda quedó dividida en cuatro países, obligada a convivir con una identidad nacional que no les acepta ni les resulta familiar. Todavía hoy siguen luchando y reivindicando su cultura.

Pero este sentido de “identidad” con categorías cerradas como explican Eva Psföstl y Will Kymplicka no se cumple al 100%. No son iguales los kurdos turcos que los iraquíes[3]. Y no tienen por qué estar relacionados con movimientos democráticos como se analiza anteriormente.

Por ejemplo, los kurdos del PKK de Turquía, que hasta hace un año habían retomado el diálogo pacífico con el gobierno de Erdogan para pactar una tregua – ya que son un grupo terrorista que ha declarado la guerra al Estado turco y martiriza a su población con constantes ataques terroristas -, han roto las negociaciones y han vuelto a la violencia a raíz del golpe de estado fallido del pasado 15 de julio[4].

Por otra parte en Iraq y Siria, es cada vez mayor el protagonismo de los kurdos (de manera más pacífica) y las menciones a la posibilidad de su independencia son cada vez más frecuentes. Esto ha generado nerviosismo entre las poblaciones no kurdas con las que comparten algunas áreas y ciudades. Aunque la posibilidad de un Kurdistán independiente está de nuevo encima de la mesa debido a la guerra de Siria y el apoyo de los rebeldes por EEUU, la región trata de asfixiar esta cultura nominando a esta etnia como sirios, turcos, iraquíes o iraníes con “muchos pájaros en la cabeza”[5].

Por desgracia para ellos (los kurdos), las fronteras trazadas les separaron en cuatro y el sentimiento de identidad nacional se hace más fuerte ante este tipo de situaciones. Actualmente hay 14.000.000 kurdos en Turquía, 6.000.000 en Irán, 4.000.000 en Irak y 2.000.000 en Siria. Éstos últimos, además, se encuentran luchando contra el régimen dictatorial de Bachar al-Assad y contra el Estado Islámico que, sorprendentemente, son la principal amenaza de Occidente.

El grupo islámico radical (EI) que materializa la teoría de Huntington islam frente occidente es combatido por minorías étnicas (kurdos) que luchan por diferenciar su cultura regional de sus países de origen. El reconocimiento de una cultura diferenciada no se verá compensado hasta que finalice la guerra siria y la victoria millet no está garantizada.

[1] Pföstl y Kymplicka

[2] MARTORELL, Manuel Pérez. Kurdos.

[3] “Quiénes son los kurdos y por qué todavía no tienen un Estado” BBCWORLD (http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/10/141014_kurdos_kurdistan_historia_analisis_aw)

[4] En algunas ocasiones, los medios de comunicación que informan acerca de los atentados del partido PKK no contrastan la información con el grupo kurdo y sus medios. Durante los quince atentados sufridos en Turquía el año pasado el gobierno de Erdogan ha acusado al PKK de su autoría mientras el grupo armado las desmentía estas acciones. El difícil acceso al grupo armado y la tensión geopolítica de la zona hace que la información no sea del todo rigurosa y se dañe la imagen de un movimiento millet para ahogarlo internacionalmente. De todas maneras se ha demostrado que el PKK es un grupo terrorista que ha cometido crímenes en nombre de la independencia cultural sin conseguir absolutamente nada a cambio.

[5] Servet Gemük, analista político y económico turco, residente en Estambul, (entrevista realizada por la autora el 14 de septiembre de 2015).


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